Dicen de él que nació con muleta y espada y que tumbó a la matrona con una estocada sin puntilla. Torero desde niño, protagonizó la última gran revolución taurina de la tauromaquia a la antigua usanza, toreando más que nadie, cobrando más que nadie y llenando las plazas de toros más que nadie. Su fama y popularidad alcanzó niveles similares a los del icono Manuel Benítez, “el Cordobés”. Aquel niño guapo, rubito, de ojos azules, que conmocionó al mundo taurino desde su etapa en la Escuela de Tauromaquia de Madrid, que estuvo seis o siete años cumpliendo los mismos dieciséis, que se convirtió en multimillonario, que copaba titulares y anuncios publicitarios; aquel niño del famoso “¡Qué viene el Juli!” de Joaquín Vidal, de repente, un día se hizo mayor y, después de años y años actuando y triunfando en todas las plazas de toros importantes de España, Francia, Portugal, México, Perú, Colombia, Ecuador y Venezuela vio cómo su nombre ya no aparecía en las primeras ferias importantes de la temporada taurina.